viernes, 22 de enero de 2021

SIN MEMORIA - Capitulo 2

 Como decía intentaba abrir los ojos, mis párpados pesaban demasiado, pero tenía que hacerlo, tenía que levantarme de la cama. Además, mi cabeza suplica aun analgésico urgente.

Abrí poco a poco un ojo, después otro. A pesar de estar las persianas a media altura y las cortinas cerradas, la luz entraba a raudales, o al menos eso me parecía a mi. Debía de ser medio día. Cada minúsculo halo de luz, pinchaba mis córneas taladrándolas y el dolor era tan profundo, como las mismas puertas al infierno. Volví a cerrar los ojos, para posteriormente abrirlos más despacio.

No estaba en mi habitación, no era mi cama. ¿Dónde estaba? A mi lado no había nadie, aunque había indicios de que alguien la había compartido conmigo. La cama estaba totalmente revuelta. Estaba claro que la fiesta terminó con fuegos artificiales. (Al menos, eso esperaba). Miré a mi alrededor , ni rastro de mi acompañante, ni de su ropa. Nada.

De repente, alguien llamó a la puerta. Me lié en las sábanas para cubrir mi total desnudez. Insistían.

-Ya voy..- Articulé torpemente en un sonido casi inaudible.

Abrí la puerta, servicio de habitaciones. Una bajita camarera afroamericana, me advertía que tenía a lo sumo una hora para abandonar la habitación. Asentí con la cabeza, intenté esbozar una sonrisa, que se vió muy forzada y cerré la puerta.

Me dirigí al sofá donde estaba mi ropa bien colocada, aquello me desconcertó. Aún así no podía pensar. Cogí mi bolso y busqué un analgésico, suelo llevar alguno en la cartera por mi trabajo, había noches que las pasaba en la oficina y dormía tan solo una par de horas en un incómodo sofá, de ahí que siempre tuviera alguno. Lo encontré y fué un gran alivio mental. Dejé las sábanas sobre la cama, no las necesitaba al encontrarme sola. Aunque tampoco me avergonzaba de mi cuerpo, para mis 35 años, tenía una talla 36 europea, 1.70 centímetros de altura y unas medidas muy buenas 90-62-92. Mi piel era color canela y mis ojos verdes, mi pelo cambiaba en función de la moda. Ahora, llevaba un corte que llegaba a mis hombros, con reflejos dorados, sobre un castaño claro.

Busqué una jarra con agua y un vaso, en estos hoteles siempre había alguna, pero para mi sorpresa no hallé ninguna, me dirigí al baño, estaba cerrado. Tras forcejear un poco con la puerta, esta cedió. Abrí decidida. Y me quedé paralizada ante el espectáculo. No por miedo, a estas alturas un cuerpo desnudo en el suelo no me daba ningún miedo. Pero sí, por la sorpresa, creí que no había nadie excepto yo.

Me acerqué lentamente y me agaché a su lado, la verdad es que a pesar de las circunstancias, la escena resultaba cómica, yo colocando mis dedos en su cuello para comprobar si tenía pulso, al mismo tiempo que ambos permanecíamos desnudos. Yo, ya con ropa interior. No conseguí detectar su pulso. Oficialmente estaba muerto y su rigidez me decía que ya habían pasado varias horas desde su muerte. No parecía haberse golpeado con nada, en cambio, había un poco de sangre bajo su cabeza. No quise moverlo, lo mejor era hacer las cosas bien. 

Me incorporé, abrí el grifo y tomé un sorbo de agua con el analgésico. Volví mi mirada hacia él. "¿Quien sería?" "¿Dónde estaba su ropa?" Pensé.

Salí del presunto escenario del crimen. Me dirigí a mi teléfono móvil y sin pensarlo, llamé al Comisario Phillips, mi jefe. No estaba para muchas explicaciones, pero había que hacer lo correcto.

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