Ha pasado el tiempo, las horas...
Sentí que algo presionaba mi pecho, mi alma. No sabía que era , de que se trataba. Hoy por fin, me dí cuenta. Era prisionera de mis propias palabras y sentimientos. Y debía de liberarme.
Por fín, dije lo que pensaba... A veces no lo hacemos por miedo a dañar a alguien, por miedo a que nuestras palabras se vuelvan contra nosostros mismos.
Estaba cansada de luchar contra invisibles, contra acusaciones sin acusador, cansada de saber de donde provenían las injurias y mantenerme en silencio.
Por fin, decidí afrontar mis miedos. Me acusan de insegura, pero nunca me sentí tan fuerte , tan segura de mi misma.
No soy un avestruz que oculta su cabeza bajo tierra, la llevaré alta y si algún día alguien quiere cortarmela, tendrá que presentarse ante mí con todas su armas.
Me siento liberada, decir lo que piensas, causa dolor a veces, otras en cambio, ayudas a alguien.
No sé si conseguí mi cometido, pero si me siento muy feliz de ser sincera conmigo misma. La hipocresía no sirve de nada. ¿Por qué iba a dar mi amistad a quien no lo merecía? o ¿A quien no quiero a mi lado?
Estaba cansada de que a mis oidos, llegaran conversaciones y momentos que han pertenecido, y según yo, pertenecen a mi intimidad. Y lo peor es que ya estaba afectando a mi actual pareja.
Por fin llegó la liberación y en mi pecho ya no existe presión alguna. Solo amor y aire puro. Un aire limpio y fresco, que llena mi pecho haciendo sentirme viva de nuevo.
Gritaré palabras al viento, siempre.
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