CAPITULO 36
El paseo fué divertido e interesante, vimos muchas aves, nos detuvimos a ver las truchas subiendo rio arriba a deshovar. Mariposas de alegres colores nos rodeaban de vez en cuando, había mágia en el ambiente. No me pude resistir al ver la sonrisa de Victor al mirarme. Se le veía muy feliz. Saqué mi cámara e inmortalice el momento, ese que jamás volvería a vivir.
Doc y Sara bromeaban entre ellos, aunque Doc, me miraba de reojo de vez en cuando, para asegurarse de que estaba bien.
A mitad de camino decidieron parar para tomar un refrigerio. Los chicos, incluida Sara, cogieron cerveza. Yo en cambio me decidí por un refresco, ya que contenía el azúcar adecuada para hacer un esfuerzo como aquel. No hacía mucha calor, pero el sol, nos daba de lleno, dándonos toda su energía vital.
Victor, no paraba de sonreir y de mirarme, se le veía dichoso, feliz y según él, yo era la causa de su felicidad. Eso me alegraba y me enorgullecía, pero sabía que debía de dejar esos recuerdos guardados en mi corazón, en mi mente, haría que cada instante con Victor fuese mágico aquel fin de semana. Después todo cambiaría. Le amaba como a nadie en el mundo. Eso lo tenía claro, jamás tuve nada tan claro en mi vida. Pero tambien sabía algo, si seguía a su lado sería un obstaculo para él. Lo supe desde el día que ví esa preocupación en sus ojos, en el hospital, en mis desmayos... Victor me amaba lo suficiente para darlo todo por mí y algo en mi interior, me decía que si seguía a su lado, lo sacrificaría todo, incluido sus sueños. Él es muy inteligente, demasiado y yo no iba a consentir que desaprovechara esa mente prodigiosa, cuidando de una chica como yo. Con un problema que estaría allí siempre.
Estaba absorta en mis pensamientos cuando Victor se acercó a mí.
- Cariño, ¿estás bien?
- Si, claro, solo te miraba y pensaba en nosotros.- En el fondo no mentía.
- ¿Seguro? Si estás cansada volvemos.
- ¡Menuda excusa! ¿No querrás irte con ella a solas?- Dijo Doc.
Sara se echó a reir, diciendo:
- ¡Os han pillado pareja!
- De eso nada, se lo decía en serio.
- Bueno, se acabó esta conversación, estoy genial y veré ese manatial, como sea.
Me levanté y comencé a subir montaña arriba. Victor soltó una carcajada y me siguió hasta alcanzarme.
- ¡Hola, guerrillera! Creo que con ese genio llegarás lejos. Y yo estaré a tu lado en cada batalla y conquista.
- ¿Sabes cual es mi mejor conquista?
Me miró, sonrió y dijo:
- Dimelo.
- Tú.
- Te amo pequeña.
- Y yo a tí, solete.
Seguimos nuestra ruta y mereció la pena llegar a la cima. Nuestra cabaña apenas se veía, pero distinguíamos a lo lejos el pueblo, como una pequeña mancha blanca, en un frondoso cuadro de frescas colinas verdes. El riachuelo nacía entre unas rocas en la pared de una pequeña gruta, hacía fresco allí, la humedad era increible, aunque supongo que en verano sería el mejor sitio del mundo.
De repente oímos a Sara gritar:
- ¡Eh, mirar que descubierto!
Tras la gruta había un sendero que llevaba hasta un pequeño lago y descendimos hacia él, era el sitio idoneo para almorzar.
De repente Doc se deshizo de su ropas y se tiró al agua.
- ¡Esta helada! Pero ¿quien se atreve?
Victor no quiso quedar mal, se quitó la ropa y se lanzó al agua.
"Loco" pensé. Pero Sara ya estaba en ropa interior. Me quedé perpleja, no sabía que hacer cuando Doc dijo:
- Venga, decidete, es bueno un baño de agua fresca para activar nuestro organismo.
- ¿Y para coger un resfriado? pregunté.
Miré a Victor y su mirada me invitaba a entrar en el agua.
Me desnudé, dejando mi conjunto de licra rojo puesto y me tiré al agua.
Estaba helada, pero Victor permaneció a mi lado dándome calor, dentro y fuera de agua. Después de comer, nos tumbamos a tomar el sol. Y permanecimos allí unas horas, hasta que decidimos volver a la cabaña.
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