Cuando amamos por primera vez, no sabemos a que nos enfrentamos. Tan solo nos dejamos llevar, y a veces, la gran mayoría, lo hacemos mal.
Cuando recibimos nuestro primer beso, lo hacemos con ilusión, con miedo., incluso hay momentos en los que pensamos, me encantaría abrazarlo, besarlo..., pero no lo hacemos por miedo, por vergüenza, pensamos, "¡Dios! ¿Yo lanzarme?¿Qué pensará de mí? ¿Me rechazará?" Pero lo principal es la timidez, esa timidez que nos embarga en la adolescencia, que nos llega cuando tenemos delante a esa persona querida, cuando sentimos que tu pareja lo es todo y tu tan solo una boba enamorada.
Cuando pierdes todo eso, es cuando te das cuenta de todos los besos perdidos, de todos los abrazos que no distes. Y recuerdas con cariño cuando rozó tu mano por primera vez, a veces lo darías todo por rozar de nuevo su piel, por sentir su mirada fija en la tuya, pero ya no hay nada de eso.
Es entonces cuando te das cuenta de la importancia de un gesto, de ese que no distes por miedo, por cobarde, por vergüenza. Y te das cuenta de todo lo que perdistes. Entonces solo queda resignación, cuando se aleja la tristeza, y saber que has aprendido de tus errores y no volverás a dejar pasar un gesto, nunca.
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