CAPITULO 7
En cambio por messenger todo era distinto, hablabamos y hablabamos durante horas. Y esas horas nos parecían tan cortas...Las horas eran minutos y los minutos no existían. Nos reíamos, bromeabamos, pero desgraciadamente, con el buen tiempo en España, aparecía la época de lluvias en Asia y para la ONG trabajo y mucho trabajo, preocupaciones, inundaciones, dannificados...Y él cada vez se lo tomaba más en serio. A veces, me gustaba que me hablara de su trabajo en la ONG, porque sabía que se sentía orgulloso de ello.
Me hubiera gustado involucrarme y colaborar con ellos, pero desgraciadamente, no se me permitía estar mucho tiempo fuera de casa. Y la peor era mi madre, ¡menudo genio se gastaba a veces! Mi abuela decía que era el carácter griego y me sonreía, pero yo lo veía como una prisión griega, en vez de un hogar. Aunque por suerte, yo no sabía como era una prisión en Grecia.
En las últimas semanas, Victor comenzó a hablar de viajar a Asia. Algo en mi interior me decía que le dijera que no lo hiciese, que le echaría mucho de menos, pero sabía que ese era su sueño y no iba a ser yo quien se lo impidiera, así que me limité a animarlo y a ayudarle en la organización de todo. El viaje sería la primera semana de Agosto, pero si esa semana la unía a los 10 días que yo pasaba en Atenas, con el resto de la familia, serían casi más de dos semanas sin vernos. Lo bueno es que existían las comunicaciones, aunque sabía que lo echaría de menos, no era lo mismo un telefono a un ordenador, pero estaba dispuesta a todo por mantenerle cerca de mí.
Recuerdo que un día hablando de su viaje, de sus rutas, de sus proyectos, me confesó que sería emocionante ver un amanecer desde La Gran Muralla China, y no solo, si no acompañado de mí, porque eso supondría que pasaba toda la noche con él. Me sonrojé y menos mal que no tenía la cam conectada, pero si es cierto, que hubiese dado mi vida para que eso hubiera sucedido. Pasar la noche entera con él, aunque soy de valores y costumbres clásicas, me hubiera gustado pasar la noche abrazada a él, oyendole hablar, respirar sobre mi rostro y sentir el calor de su torso desnudo. Pero soñar no cuesta nada y eso era lo que hacía soñar, porque viajar con un hombre sin casarse, me hubiera convertido en una mala chica ante toda la familia. Aunque he de confesar que el simple hecho de que él no fuera ortodoxo, ya era un impedimento, pero estaba dispuesta a luchar por este amor al máximo.
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